VIDA DE INFANCIA ESPIRITUAL



La Fraternidad será una pequeña familia que viva en plenitud y como centro de su espiritualidad el camino de infancia espiritual, cuya raíz más profunda es el amor, pero no cualquier amor, sino un amor oblativo, sufrido, paciente, responsable, silencioso y totalmente alegre y misericordioso. Un amor que crece en el ocultamiento de Nazareth, así como la levadura en la masa, que siendo mezclada y oculta, luego crece y se eleva, y la levadura desaparece, muy pequeña e insignificante pero profunda.

Se vivirá el día de hoy santificando el momento presente, haciendo de nuestras vidas un acto de amor. Viviendo el día de hoy serán párvulos que en toda su radicalidad y expresión vivirán el momento presente como el primero, el único y el último día de su existencia, proclamando con Santa Teresita: “Sólo tengo el día de hoy para amarte, ¡oh Dios mío!”.

Enraizarán este camino y tomarán conciencia de que la santidad puede darse en un marco de vida ordinaria, trascendiendo su debilidad mediante la confianza en la misericordia. Así vivirán lo ordinario de una manera extraordinaria, haciendo sólo pequeñas cosas (pequeños suspiros) con un amor extraordinario.

“Sentándonos a la mesa de los pecadores seremos esos pobres cálices de barro, frágiles e insignificantes, en las manos de María, que se ofrecen a sí mismos (como lo hizo Santa Teresita) como Víctimas de Holocausto al Amor Misericordioso, recogiendo toda la Sangre despreciada que cae continuamente del Sacratísimo Corazón de Jesús; éste será nuestro diezmo a la Madre Iglesia”.

El cuarto voto se desprende del carisma específico de la Fraternidad. Este será el Acto de ofrenda de sí mismo al Amor Misericordioso hecho por Santa Teresita, por el que el Hermanito se donará a sí mismo como Victima de Holocausto al Amor Misericordioso para:

- Recoger de la Cruz, siendo un cáliz humano, toda la sangre derramada y despreciada y tratada con indiferencia que brota incesantemente de las entrañas del Corazón de Jesús.

Esta ofrenda será para la Iglesia y no radicará en méritos propios sino en una disposición del corazón de dejarse consumir por el Amor Misericordioso.